Nuestra vocación consiste en ir,
no a una parroquia ni sólo a una Diócesis,
sino por toda la tierra” (SVP XI,553).
Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar (EN 14), para “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar la humanidad misma...” (EN 18)